35 y aspirinas

martes, 27 de marzo de 2007

Carteles rimbombantes nos inducen al sueño. Se masajean sutílmente (aunque con ardor), mientras ellos miran {sesgados}-de igual modo- entonados, lagrimeantes.

Las siluetas desdibujan y nuevas alarmas se encienden.

El equilibrio sólo mantiene su estrechez sedentaria, sí es que por fortuna llegaste antes o no tuviste la fatalidad de ser cortés- ya no exclusiva de los primeros-.

Giros inacabables, inservibles, regidos por leyes absurdas-cuando el tiempo apremia- pero necesarias para salvarte a futuro, {sí! ese que nunca elegiste porque te gusto caminar a ciegas}ellos pensaron en vos, aún sin conocerte-no son inocentes, te necesitan-.

Se levantan y caen caminos garabateados a tu derecha, mientas que a la izquierda el círculo levita y evapora aroma de abandono.

Vacas cíclopes se amontonan y presurosas salen al ruedo, su día esta lleno de gritos, que a esa edad circulan hiriendo fachadas próximas.

Seguimos viaje, huímos del ruedo, abandonamos ganado, vamos rumbo a otros dos círculos que nos esperan, mientras llueva...o no.

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Vacios -ahora- apretados de duros contenidos, casi intragables -a veces-. Su huída me dio placer, aunque causo vacío.

Transparentes -ahora- y brillantes, me gusta compararlas con las menos -que aún son contenidas-, pero que no demuestran aún y por ello son nada.

Consejos altaneros a des-tiempos, nos alejan de la cama.

Niego/arrojo mi salud, mientras un desconocido la afirma desde la ventana -a gritos-.

Un rugido aparece como signo de tu mortandad, sos débil por creación, negación y elección.

Adolece la caja, mientras funciona y sólo es ella la que siempre nos delata, asímilando antes de tiempo, ascelerando, demandándonos, afligiéndonos-al fin-...Con humo esporádico, la hago quejarse -sólo por venganza-