Acerca de Nosotras.

sábado, 19 de mayo de 2007


Tengo una muñeca de trapo. Con el pelo castaño, largo -hasta que una tarde de miedos fue arrancado y con eso también mi primer resentimiento acordado hacia vos-; sus ojos eran más grandes que ahora y tenía pestañas largas –como las que hoy tiene su hija-. Vos le dijiste (y ella recuerda) que cuando está brillante, luego de dar vueltas en círculos a tu alrededor, sus ojos encuentran esa forma que solían tener. Son redondos, muy redondos y de color marrón oscurecido con los años, aunque obviamente al sol se ven claros y también en otras ocasiones en donde mira cosas brillantes –las cuales ama-.Tiene tesoros rojos, como los de la muñeca que nunca vio, pero que conoce.
Su cara es redonda y con cachetes grandes, pero dientes chuecos; los labios cambian de color todo el tiempo, aunque no usa maquillaje (la hace sentirse remendada); su nariz es fruto del parentesco.
Le gustan sus orejas, tienen algunos lunares, aunque el precio que tiene que pagar por verlas sanas es mucho.
Es blanca en verano y su piel se oscurece en invierno, a ella distinto del resto la falta de sol la opaca. No le gusta su piel, por eso la recubre todo el tiempo con ungüentos.
Su cuerpo es otra cosa, como toda muñeca de trapo es.
Le gusta que la vistan con cosas cómodas y le gusta jugar con los colores. Aunque me confeso que eso depende mucho de en qué etapa este.
Sus zapatitos no son de las cosas que más le gustan, le molesta tener la necesidad de cubrir sus pies largos. Le gusta que sus uñas (más grandes) se enfrenten y en su tobillo, mostrándose, se encuentra el lunar más grande que tiene.
Hay marcas que por el uso de la muñeca han ido quedando.

¿Con qué esta rellena esta muñeca?

Esta parte no me enorgullece. Desde el momento en que la saqué del celofán quise desarmarla, desmenuzarla, destriparla y fijarme si ésta venía con alma.
Lo primero que vi es que el algodón era blanco (una obviedad para muchos) pero el primer síntoma que me preocupó, y si se mancha? Cómo lavar su interior? Sabiendo que el algodón nunca va a quedar igual??
En la parte de la cabeza había un relleno movedizo, de color manzana roja, muy transparente pero fragmentado en mil pedacitos, parecía gelatina.
A la altura del pecho había una gran caja de cartón. Era tan grande que nunca hubiera imaginado que cabría si decidía sacarla y examinarla por separado, ese temor es lo que me impidió sacarla y analizarla bien. Sin embargo, la abrí –muchas veces-, es que... por momentos el ruido monótono se volvía tan débil que temía que no estuviera funcionando. Lo que sí, nunca pude ver bien dentro de la caja, es muy oscura y si metiera la cabeza para intentar ver de más cerca me quedaría sorda por el tremendo ruido que emana. Hay días que ni siquiera es necesario acercarse tanto a ella para darse cuenta de lo fuerte de sus latidos.

Ahora que la vi por dentro, note la tremenda conexión caja-gelatina y viceversa que tenía.
Una tarde – fueron varias a decir verdad- me senté con la muñeca sobre las piernas a tratar de entenderla. Cuando juntas no podíamos llegar a ningún punto, la dormía por meses enteros y abría su cuerpo para analizar qué era lo que podía estarle pasando.
La tendía sobre algo plano y con lápiz, papel, colores, fibras, papel glasé y muchas cosas de manualidades, le construía escenarios. Le montaba una vida alternativa, pero el somnífero era tan fuerte que a penas podía disfrutarlos. Nunca pensé que fueron esfuerzos vanos.
Cuando volvía, todo la deslumbraba y por largos períodos se olvidaba de lo dormida que estuvo y cuánto de lo real y ficticio se perdió.
Pero la muñeca, tras una seguidilla de sucesos reales y ajenos, me escribió una carta. Hacía mucho que no la leía tan mal, estaba verdaderamente desganada y me pidió que le consiguiera una máscara. Argumentando que de esa forma iba a poder salir adelante, ya que se sentiría segura en su mundo interior, pero que ese escape no les iba a afectar a los de sus costados en ese momento, en que tanto la necesitaban. Vi desinterés y abnegación en su pedido, vi renuncia y por eso se la conseguí.
Pero la máscara se apoderó de ella y fue eso, o la paranoia de esa sensación lo que la hundió en lugares triviales y búsquedas vanas.


La muñeca se encontró sola después de mucho tiempo. Y la máscara seguía allí, aunque fue la soledad la que hizo que ella descreyera del ‘mágico néctar’ que sentía al principio cuando se la puso. Intentó quitársela, pero lo hizo en un mal momento. Estaba justo frente a un espejo distorcionador. Se cayó.

De golpe (y por el golpe) el sol de un nuevo verano la encontró en el piso de rodillas frente a su máscara hecha pedazos (ése es el problema, las muñecas de trapo sueñan con máscaras y su naturaleza no es de porcelana, es de trapo).

Dejó la máscara en el piso y la magia del ambiente hizo que no le costara tanto hacerlo.
Los recuerdos de su vida sin máscara le agradan y vuelven con cada aroma. Reconoce que no todos los días son fáciles de vivir. Por ejemplo, sé que por momentos usa una (aunque le duela) de esas que tienen una varita en la pera y que no cubren totalmente la cara, sólo el contorno de sus ojos. Pero, confío en que las deje definitivamente.

Hoy veo que esta sacándose los últimos vestigios que quedaban, ya no de la máscara sino de los hábitos que ésta le impuso... esto molesta a todos sus costados sin excepción, a los nuevos, los viejos, los próximos y sé que también a los distantes. Pero tiene que hacerlo.

Me dijo que una vez que vuelva de ese viaje por ultramar, intentará aguantar mejor los viajes de los demás. También me dijo que no esta sola. Está querida. Aunque yo que la conozco hace mucho lo vi en sus ojos y lo olí en sus manos.

Ojalá mi muñeca de trapo nunca decida irse de mi lado, yo –más que irme en parte con ella- dejaría de ser yo.



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